Revelar un truco de magia, el dilema de muchos magos
Aunque muchos ya no crean en ella, la magia nos sigue rodeando a todas horas, en cada momento. Los magos profesionales se encargan de demostrarnos que todavía hay cosas que no podemos explicar ni entender, y se esfuerzan por mantener viva la llama del asombro y la ilusión en el público. Todos sabemos a estas alturas que los magos son más bien ilusionistas, de hecho. Personas que consiguen crear ilusiones ópticas o sensoriales para que cosas aparentemente imposibles sucedan ante nuestros ojos. Es como un acuerdo tácito que tenemos con ellos cuando vamos a verles actuar. No es que queramos que leviten realmente o que conviertan cualquier objeto en un bonito conejo dentro de su chistera. Lo que buscamos es maravillarnos con sus trucos, sin poder saber cómo lo han hecho. Esa es la verdadera ilusión, el no ser capaz de conocer la forma en la que se ha desarrollado el truco.
Los ilusionistas y magos profesionales desarrollan multitud de técnicas para despistar al público, para atraer su atención al lugar que les conviene y conseguir, de esa forma, que no estén pendientes de lo que realmente importante, de lo que sucede por detrás, cuando la otra mano está llevando a cabo el truco. Por eso los grandes magos siempre han sido personas con mucho carisma, con una capacidad increíble de llamar la atención del público y maravillarles con trucos pequeños, mientras el truco más grande se está desarrollando ante sus narices sin que se den cuenta. Sin embargo, a veces hay gente que le pide, por orgullo propio o por simple curiosidad, que desvele su truco. ¿Es algo que un mago debería hacer? Sería como romper su propio secreto, quedarse desnudo ante el público… ¿Cómo debemos enfrentarnos a esta situación?
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