Pomba Gira, temor y protección para las prostitutas
A pesar de los siglos de ciencia y avance cultural y social, la fe y la religión siguen siendo determinantes en muchas zonas del mundo. Hasta el punto de controlar casi todos los aspectos de la vida de una persona que profesa dicha fe o tiene unas creencias determinadas, que no siempre se corresponden con lo que la sociedad entiende por positivo. Es obvio que nadie debe ser despojado de su fe por ningún motivo, ya que todos tenemos el derecho de creer en aquello que queramos. Sin embargo, cuando la fe deja de ser algo privado para convertirse en un asunto público que también atañe a aquellos que no la profesan, la situación se vuelve más compleja. Lo llevamos viendo siglos, y en muchos países donde la religión sigue siendo imprescindible todavía podemos comprobar como hay incluso sanciones a los “blasfemos”.
Y es que la fe es una herramienta muy fuerte y poderosa, tanto para bien como para mal. Gracias a ella podemos asumir mejor los golpes de la vida, soportar todo lo malo y seguir con esperanzas para que las cosas mejoren a no mucho tardar. Pero también es una forma de manipulación que ha sido utilizada por muchos a lo largo de los siglos, convirtiéndola en una cárcel, más que en una liberación. Existen cientos de religiones en todo el planeta, algunas más mayoritarias y otras menos conocidas, pero todas ellas suelen incluir dogmas que cualquier devoto debe cumplir. Y al basarse simplemente en una parte emocional, en una fe incuestionable, el peligro que se corre es quedar atrapado por esos dogmas, limitando nuestra experiencia vital. Lo hemos visto en muchas religiones que impiden, por ejemplo, el sexo antes del matrimonio, o que rechazan a personas por el simple hecho de tener una orientación sexual distinta. La religión sirve para unir, pero por desgracia, también para separar, cuando es manipulada por los intereses del propio ser humano. Es amor, pero también tomar, como ocurre con el culto a Pomba Gira dentro del mundo de la prostitución.
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